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sábado, 13 de diciembre de 2008

Un antídoto llamado sueño

Nunca perdí aquella oportunidad que permitía enredarme en insólitos lugares. Aquellos parajes, que rebosaban la niebla más intensa, eran la excusa perfecta para hallar lo que ansiaba. Resultaba difícil distinguir entre la luz de un día joven y la oscuridad que marchitaba aquellas sonrisas inocentes. Una aguja tras otra marcaba el devenir de mi encuentro. Mi obsesión, cruel a los ojos de la gente, sanaba una tormenta que yacía en mi mente. Pasaban días en los que se me escapaba aquella visión, dulce antídoto de mi enfermedad. Y es que me vencía la sinrazón de no poder ver a mi padre. Me sentía egoísta cuando presenciaba los llantos sinceros de mi madre. Yo estaba inmensamente feliz, pues había noches que, sumergido en un sueño profundo, podía abrazar la figura de mi padre en aquellos insólitos lugares.

2 comentarios:

Ángel Vela dijo...

Oye pues pues este también te quedo bien. Decirte que la prosa me moló, de hecho me atrevería a decir que nos va un poco el mismo rollo, la prosa poetica.

Si le vi algunas cosillas a este y otros textos que creo podría pulirse un poco, pero sería imposible por aquí. Si vienes algún día a una reunión o quedas conmigo aparte, te los traes en papel y hablaamos sobre ellos si te parece bien. ;)

Venga un abrazo, coleguilla. Nos leemos;)

Rafael Ayerbe dijo...

Me alegro que te guste...ya estoy abandonando las frases tan cortas :P...en un reunión a la que pueda asistir ya comentamos..un saludo