
Aquella noche resultó difícil conciliar el sueño. El colchón y la almohada fueron testigo de todos los quebraderos de cabeza que mi mente puso en juego. <
Cuando me levanté, algo en mí hizo que pegase un brinco de la cama. –Ya sé–. Había tenido un sueño de lo más real. Estaba en aquella sala buscando sitio para poder sentarme. Todas las mesas estaban ocupadas, y sólo pude vislumbrar un hueco libre en un pequeño rincón al final de la biblioteca. Muy amablemente, una chica inocente me dijo que me podía sentar.
–Has tenido suerte eh. Es la última silla que quedaba. Y eso que hay 97–.
<< ¿Podía ser que la biblioteca tuviera 97 asientos?>> Me vestí, me asee y después de un rápido desayuno me puse en marcha hacia allí. Debía comprobar si lo que había soñado era
cierto.