
Sentía que algo iba mal. Los rostros amargos en la calle presagiaban lo peor. Todo se convertía en un mar desatado de ira. Sonaban en mi interior latidos ajenos, impacientes ante la llegada de lo inevitable. El reloj se comportaba de forma extraña, pues las agujas se perseguían con más violencia de la normal.
Ahora el hogar quedaba descubierto ante lo irrevocable. Llantos de niños humedecían las sonrisas maternales.
-Mamá, ¿quiénes son aquellos hombres que visten de verde?- rebosaba de inocencia un crío.
-Hijo, son soldados, tú debes estar siempre a mi lado- contestaba la madre, exprimiendo una preocupación insalvable.
-Y lo que llevan en la mano, ¿son juguetes?- insistía el niño.
-No, hijo, es reflejo de la cruel realidad. En la guerra, ambos bandos creen que tienen poder. Y no hacen más que demostrar su debilidad. Ya lo entenderás de mayor, hijo mío- suspiró.
3 comentarios:
Se me hizo algo raro, como a medio camino entre el poema y el relato. Te digo como con el otro. No está mal, pero demasiado tradicional para mi gusto. No te lo tomes a mal, que yo soy un tio de gusto raros, jajajaja
Venga un abrazo, coleguilla ;)
Ya. Sé a lo que te refieres...comencé escribiendo poesías, y ahora estoy pasando al microrrelato, de ahí a que se convierta en una prosa poética, aun queda mucho por mejorar ;)
Sigue así pinton!
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