Inundando pozos de savia madura, inquieta,
Te presentas entre recipientes sabios de tu riqueza.
Parece débil pensar la dependencia de tu riego,
En un mar de estómagos saciados de materia.
Hacía falta recordar lo cruel de tu elección,
Cuando decides, rencorosa, no pisar tierras moribundas.
Nunca perdono tu ira en forma de tormenta,
Que arranca la ilusión de poder dormir en una cama.
Prefiero recordarte enjaulada en un cristal,
Cuando eres testigo de mi sed y de mi boca.
Olvidando aquellas sonrisas huérfanas de tu jardín,
Recorres la distancia insalvable hasta hogares
Que, testigos de nubes impacientes,
Sufren la derrota de tu puño transparente.
Hoy te tengo presente en todas partes,
Cuando chapoteas paisajes de rotonda y
Humedeces los paraguas, cómplices del viento.
Creyendo en tus efímeras apariciones,
Te presentas, tímida, en forma de gota.
Hoy quiero agradecer tu constante ayuda,