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lunes, 7 de septiembre de 2009

Historia en una biblioteca (Tomo II)



Las tardes eran repeticiones copiosas de las mañanas. Después de aprovechar las pocas horas de libertad mientras comía, la esclavitud de los libros volvía como una sombra infinita. Durante el regreso a la biblioteca, medité sobre el misterioso personaje de la gabardina. El sentido común me decía que aquello debió ser una broma o causa de un ser con extraños comportamientos mentales. Estudiaba teoría de los números primos, hecho que hacía difícil atraer la atención de alguien, pues hasta la calculadora mostraba claras señales de agotamiento. El saludo con desgana del bibliotecario marcaba el comienzo del ritual de entrada. El cansancio hacía que los apuntes ganaran en peso, como si ellos también hubieran disfrutado de un tedioso almuerzo. Mi sitio en la biblioteca lo guardaba una carpeta colocada para tal intención. En ella residía la insólita nota que recibí horas antes por la mañana. De repente, algo hizo que mi rostro tomase aspecto de estatuilla. Mi piel se coloreó de blanco cuando, en aquel mensaje, había algo más escrito. Un extraño enigma a modo de sucesión: “2 ,3 ,5 ,7…97”
¡Eran números primos! Más concretamente representaban la criba de Eratóstenes, formada por los números primos menores de cien.
Si de algo me di cuenta era que todo aquello no era una broma. Pero, ¿con qué intención me hacía llegar ese juego matemático?
Comencé a estudiar sin dejar de observar a todo aquel que habitaba en la biblioteca. Sin ninguna duda, él podía estar allí dentro observándome, por lo que activé mis cinco sentidos.







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