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miércoles, 31 de diciembre de 2008

Desasosiego


Aquel temblor no era fruto de la tormenta. Mientras caminaba con recelo pude oír una voz rasgada y oscura. Los dientes chocaban violentamente entre ellos, reproduciendo un sonido aterrador. El rostro de aquella nube inusitada se acercaba sosteniendo la sonrisa más diabólica. Mi temblor se hacía eco entre las sábanas cómplices de mi delirio. En lo que pudo ser un final misterioso, encontré a mi aliado más puntual, el despertador.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Suceso entre valores

Inocencia rebosaba alegría ante la buena actitud que tenía Hipocresía. Sin mediar palabra alguna, Inocencia cayó desplomada al suelo.
-Buen trabajo- comentaba Hipocresía.
-Sabes que esto es lo mío- asintió Traición.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Maltrato

Hoy bailo entre lamentos estériles,

como el lobo que camina entre hojarasca,

como la aguja cómplice de tus acciones,

cuando un grito anunciaba tu calvario

y el temor presagiaba una fuente de humo.

Tú tenías miedo a ceder tus rodillas,

mientras el suelo se enamoraba de la sangre.


El hogar se ha transformado en tu tormenta.

Siempre pediste ahogada en emociones

las sonrisas sinceras de una hiena saciada.

Nadie dijo que el anillo no rompía falanges.

Hoy ha roto más que un simple despertar.


Era necesario escuchar latidos en el pozo,

incrédulo ante el puño ejecutor de una desgracia.

Parece furioso en su lecho insólito de mentiras

el amargo teatro que hoy conviertes en real.


Hoy es justo inventar la justicia,

Y empuñar sin herir la tabla de la ley

la misma arma que tú hiciste probar en su cuerpo,

Aquel con el que firmaste una tregua efímera.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Un antídoto llamado sueño

Nunca perdí aquella oportunidad que permitía enredarme en insólitos lugares. Aquellos parajes, que rebosaban la niebla más intensa, eran la excusa perfecta para hallar lo que ansiaba. Resultaba difícil distinguir entre la luz de un día joven y la oscuridad que marchitaba aquellas sonrisas inocentes. Una aguja tras otra marcaba el devenir de mi encuentro. Mi obsesión, cruel a los ojos de la gente, sanaba una tormenta que yacía en mi mente. Pasaban días en los que se me escapaba aquella visión, dulce antídoto de mi enfermedad. Y es que me vencía la sinrazón de no poder ver a mi padre. Me sentía egoísta cuando presenciaba los llantos sinceros de mi madre. Yo estaba inmensamente feliz, pues había noches que, sumergido en un sueño profundo, podía abrazar la figura de mi padre en aquellos insólitos lugares.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Lamento estéril

Todo parecía volver a una rutina desgastada. El frío acechaba detrás de la puerta, ansioso por enmudecer mis primeros suspiros. El viento se colaba entre el algodón de una camisa deshilachada. Mientras caminaba lamentando cada paso que daba, el sol hacía su particular y aburrida puesta en escena. Intentaba eludir que el invierno me robase mi sonrisa más sincera. La oscuridad, fiel amiga del miedo, ocupaba ansiosa la ciudad de las estrellas. Todo y cuanto podía observar desde mi celda se escapaba a mi alcance. Mi libertad la definían cuatro paredes, que formaban una estrecha amistad con barrotes desgastados. No existía día en que no me lamentara de aquel error. Una equivocación que rompió mi verdadera rutina: mi esposa y mis dos hijas.

jueves, 11 de diciembre de 2008

El camino equivocado


Sentía que algo iba mal. Los rostros amargos en la calle presagiaban lo peor. Todo se convertía en un mar desatado de ira. Sonaban en mi interior latidos ajenos, impacientes ante la llegada de lo inevitable. El reloj se comportaba de forma extraña, pues las agujas se perseguían con más violencia de la normal.

Ahora el hogar quedaba descubierto ante lo irrevocable. Llantos de niños humedecían las sonrisas maternales. La Navidad se escurría entre sonidos que jamás debieron ser inventados.

-Mamá, ¿quiénes son aquellos hombres que visten de verde?- rebosaba de inocencia un crío.

-Hijo, son soldados, tú debes estar siempre a mi lado- contestaba la madre, exprimiendo una preocupación insalvable.

-Y lo que llevan en la mano, ¿son juguetes?- insistía el niño.

-No, hijo, es reflejo de la cruel realidad. En la guerra, ambos bandos creen que tienen poder. Y no hacen más que demostrar su debilidad. Ya lo entenderás de mayor, hijo mío- suspiró.

El violín de Schindler


Río de inocentes violines. Débiles sollozos se tambalean entre finas cuerdas. Un canto de esperanza. El idilio entre una joven sonrisa y un grito de libertad. Así suena el violín de Schindler, impresionado ante un pueblo agotado. Sus notas se escurren entre los cobardes disparos. Como del canto de un ave se tratase, su voz inspira recuerdos. Los acordes silencian múltiples llantos. Las corcheas prestan humildes sonidos.

Y entre tanta injusticia, pudo escucharse un escueto diálogo:

-¿Cómo suena esa cobarde pistola? – preguntó el violinista.

-Como una horrible tormenta - contestó el soldado.

-Pues tenga mi violín señor, y guarde en un cajón con llave ese amargo instrumento.

El miedo

Un estruendo invisible. Una canción estéril. Huellas huérfanas. El sudor frío que acaricia aquellos labios temblorosos. Suspiros alérgicos de tranquilidad. Llantos voraces. El amable sonido de tímidos dientes. Parpadeos que no cesan. Hoy respirar se escapa del sabio diccionario. Cruel incertidumbre. Y de tus amables recuerdos huye el sol, fuerte aliado del mar. En este infinito instante, la oscuridad vence a la alegre primavera. Ahora queda lejos esa luz incesante de un joven despertar, de un temprano fuego artificial. En una leve derrota se convierte la búsqueda de una agónica salida.

Fuertes latidos sacuden tu cuerpo, vencido, pero a la vez, en alerta. Relojes de perezosas agujas. Un dolor abstracto que no escapa a nuestros débiles sentidos. Vence y convence. Así es el miedo.